Christine Lebriez

Lo Peor Que Puedes Hacer Tras Una Ruptura

Cuando ocurre una ruptura, suele extremadamente doloroso, especialmente para personas jóvenes, porque la relación a menudo “simboliza todo su futuro”. Aunque saben que existen otras personas en el mundo, se siente como si toda su vida se desmoronara. El cerebro necesita procesar la idea de que esa persona ya no está.

Antes, si no querías saber de alguien, simplemente colgabas el teléfono o desviabas tu atención. Pero hoy en día esto se ha vuelto aún más complicado con las redes sociales y que estamos constantemente expuestos a recordatorios de que esa persona sigue existiendo y es muy difícil no saber o tener noticias.

El amor perdido, la ruptura y el duelo se parecen muchísimo: todos activan los mismos estados emocionales y hacen que sea tan difícil resistir la tentación de buscar a alguien que todavía extrañamos profundamente.

Diferencias en el proceso de duelo amoroso entre hombres y mujeres

Recientemente he visto un estudio en el que se solicitó a los participantes que evaluaran el impacto físico y emocional de una ruptura sentimental. Los resultados revelaron que las mujeres tienden a experimentar un impacto negativo más pronunciado, informando niveles elevados tanto de dolor físico como emocional. No obstante, a pesar de este mayor sufrimiento inicial, las mujeres demuestran una mayor capacidad de recuperación a largo plazo.

En contraste, los hombres, aunque reportan niveles de dolor menores en comparación, muestran una tendencia a no lograr una recuperación plena y completa.

Estos hallazgos sugieren diferencias significativas en los procesos de duelo entre los géneros, lo cual plantea interrogantes interesantes para futuros estudios sobre las dinámicas emocionales post-ruptura.

Esto coincide con mis observaciones y experiencias. Creo podría relacionarse con varios factores, hablando de manera generalizada. La comodidad que una persona siente al experimentar y aceptar sus emociones, ya sean consideradas masculinas o femeninas, influye significativamente en qué tan rápido supera el proceso de duelo. Es similar a lo que ocurre con el trauma: cuanto más dispuesto esté alguien a sentir la profundidad e intensidad de las emociones vinculadas a ese trauma, más rápida será la recuperación.

Sin embargo, generalmente, las personas tienden a emplear diversas estrategias para evitar enfrentar esas emociones dolorosas de diversas formas: recurren a la distracción, sublimando sus sentimientos en estados como la ira o utilizando mecanismos de evitación. También pueden intentar adormecer su dolor con alcohol o calmarse con múltiples nuevas relaciones, pero la realidad es que estos intentos no resuelven el problema, solo prolongan el sufrimiento.

La capacidad de afrontar el dolor como clave para avanzar

Para superar una ruptura, es necesario que el cerebro confronte la realidad de que la otra persona ya no está disponible. Es como si el acceso emocional a esa relación se bloqueara, y la única manera de aceptar esta nueva realidad es enfrentando la pérdida y asimilando que esa «conexión» ya no existe, por muy doloroso que sea, es sin duda la mejor opción.

Esto también se puede observar en estudios con animales. Se ha documentado que los animales, en un estado de alta motivación, pueden llegar a lastimarse intentando atravesar una barrera para alcanzar algo que desean. Este comportamiento perseverante es comparable a lo que los seres humanos hacen tras una ruptura.

A menudo, las personas procesan su dolor hablando repetidamente sobre la ruptura, lo cual, en cierto grado, puede ser una forma de perseverancia motivacional. Si bien el análisis es saludable e inteligente, también puede convertirse en una rumiación contraproducente que persiste en tu cerebro de manera insistente.

El motivo por el cual algunos individuos o grupos pueden manejar una ruptura de manera más eficaz parece estar relacionado con su capacidad para experimentar plenamente la tristeza y el dolor asociados con la pérdida, y ser capaces de afrontarlos de manera directa. Esta disposición a sentir y procesar la intensidad emocional es clave para avanzar en el duelo amoroso y evitar quedar atrapado en ciclos de análisis o negación.

Regulación emocional y el papel del autocontrol

Desde una edad temprana, parece existir una capacidad innata que va más allá de cuestiones de género masculino y femenino y que implica aprender a gestionar y reprimir los sentimientos de manera controlada. Pero, ¿qué entendemos realmente por «sentimientos reprimidos»? Nos referimos al control «de arriba hacia abajo» que el cerebro ejerce sobre los sistemas autonómicos del cuerpo. 

Este proceso de regulación es comparable al autocontrol que ponemos en práctica en diversas situaciones cotidianas: por ejemplo, cuando experimentamos miedo ante el acto de saltar desde una altura considerable o hablar en público, pero aun así nos obligamos a llevarlo a cabo. Este mismo principio aplica a las emociones, y el dolor es un claro ejemplo de un estado autónomo.

El dolor, aunque lo experimentamos con una carga emocional negativa —lo que llamamos «valencia negativa»—, está asociado con altos niveles de excitación autonómica. Aquí radica un aspecto clave: la excitación autonómica no se limita a las emociones negativas, ya que también puede presentarse en estados emocionales positivos, como la felicidad.

En ambos casos, ya sea ante la tristeza o la alegría, el cuerpo entra en un estado de alerta y activación. Con el tiempo, desarrollamos la habilidad de regular estos estados de alerta emocional; aprendemos a controlar nuestras respuestas fisiológicas y emocionales, como la frecuencia cardíaca y el nivel de activación, especialmente cuando nos enfrentamos a situaciones de alto estrés o dolor emocional. Este proceso de regulación emocional es fundamental para navegar las experiencias emocionales intensas de manera más efectiva y adaptativa.

La funcionalidad cotidiana y la ilusión de la productividad como escape emocional

Ser funcional en la vida cotidiana implica mucho más que simplemente cumplir con las obligaciones diarias; en lugar de permitirnos expresar emociones incontrolables, como sollozar en una almohada, muchas personas optan por suprimir o gestionar sus sentimientos de manera más contenida. Algunas personas son especialmente hábiles en este manejo.

Creo que cuanto más nos permitimos adentrarnos en esos estados emocionales que más tememos —pero de una manera controlada, sin causarnos daño a nosotros mismos ni a otros—, mejor podemos gestionarlos. En cambio, cuanto más intentamos evitar esos sentimientos o sublimarlos a través de otros medios, podemos estar engañándonos a nosotros mismos. Lo digo incluso por experiencia personal.

Muchas veces he utilizado el enojo o la tristeza derivados de una experiencia negativa como combustible para trabajar con más intensidad, enfocando esa energía autónoma y canalizándola en algo productivo, como trabajar diez veces más intensamente. Este tipo de esfuerzo puede ser beneficioso a corto plazo porque te mantiene funcional y te ofrece las recompensas inmediatas del éxito y el reconocimiento.

Sin embargo, esto también puede ser una ilusión peligrosa. Si bien obtenemos logros a través del trabajo intenso, no estamos resolviendo el problema subyacente: no estamos reelaborando el «mapa» emocional de cercanía y pérdida.

Las consecuencias de evitar el dolor emocional

Con el tiempo, es probable que, te encuentres agotado o insatisfecho, preguntándote por qué ciertos aspectos de tu vida no están funcionando. Esto suele deberse a que nunca te permitiste procesar realmente la pérdida o el dolor emocional. No confrontaste ni experimentaste esos sentimientos de manera plena, y cuando finalmente lo haces, es como si una válvula de presión se liberara, permitiendo que esas emociones reprimidas finalmente encuentren una salida.

Confrontar nuestras emociones para sanar y crecer

Al final, lo que realmente importa no es cuánto tiempo dediquemos a evitar nuestras emociones, sino cuán profundamente nos permitimos experimentarlas y procesarlas. En un mundo que premia la productividad y la aparente estabilidad, nos olvidamos de que el verdadero crecimiento personal no surge del simple control o supresión del dolor, sino de la confrontación consciente de nuestros estados más vulnerables.

Sólo al sumergirnos en nuestras emociones más temidas —sin perder de vista la autocompasión y el autocuidado— podemos liberarnos verdaderamente de las cargas que llevamos.

Te invito a reflexionar: ¿Qué emociones has estado evitando sentir plenamente? ¿Qué podría cambiar en tu vida si, en lugar de huir de ellas, te permitieras afrontarlas con valor y apertura?

Hoy, da un paso hacia esa liberación emocional, hacia esa autenticidad que has estado postergando.

Porque no se trata solo de funcionar, sino de vivir plenamente, con todas las complejidades que eso conlleva.

Estoy aquí para ayudarte

Por mi amplia experiencia de más de 27 años en psicología y coaching empresarial, mi formación internacional y variedad de técnicas; realizo diferentes tipos de intervenciones en función de cada situación y paciente; mi orientación es ecléctica.

Ofrezco soluciones profesionales a los problemas de la vida. Tu problema, es mi problema… Estoy aquí para tenderte una mano.

Como psicóloga y coach, mi objetivo es conseguir tu bienestar. Aporto herramientas que aprenderás a manejar y aplicarás tu solo.

“Mi pasión son las personas, vivo por y para ellas, en cualquier vertiente, tanto en la clínica como en la empresa; está en mis venas y es mi esencia.”

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