Tu angustia mejorará en el momento en que escuches lo que te voy a decir.
Hoy vamos hablar sobre el dolor de la angustia y cómo es posible superarla y encontrar la felicidad nuevamente, después de que nos hayan roto el corazón. Entre las cosas que encontramos en común cuando nos han roto el corazón son: la angustia y el dolor y que estos son únicos y profundos para cada persona.
La gente siempre pregunta, “¿Cuál es el peor dolor? ¿Es una muerte? ¿Es un divorcio?, ¿Cuándo la otra persona que sigue ahí, te rechaza todos los días?”.
Y la respuesta es directa: tu dolor es el peor: Sí, el tuyo; No el de nadie más. Olvídate de las comparaciones y céntrate en tu propia experiencia; lo que sientes es auténtico y merece toda tu atención.
La pena, en esencia, es un cambio que no querías.
Y ¿qué es el desamor, sino un cambio que llega sin ser invitado? Cuando alguien nos deja, nos traiciona o decide que ya no somos lo que quiere, es un cambio que no pedimos. Y el resultado es el desamor, lo cual es una forma de duelo.
Duelo por una persona que teníamos y que quizás nunca volveremos a tener. Es un duelo por un futuro que imaginamos y que ya no existirá.
Así que, cuando nos enfrentamos a esta nueva y dura realidad, llegada por sorpresa, es un golpe que nos exige adaptarnos a una vida diferente a la que habíamos planeado.
Pero, al comprender que esta pena y esta tristeza son válidas y profundamente humanas, podemos empezar a sanarnos y a abrirnos a la posibilidad de un nuevo comienzo, a una nueva forma de felicidad.
Cómo sanar tu corazón roto
Hoy vamos a iniciar algo grande y que te propongo: hoy es el día en que comenzamos a enfrentar tu dolor de una manera completamente nueva.
1. Dolor y/o sufrimiento
Y cuando digo «dolor», no me refiero solo a ese desamor romántico que conoces tan bien. Hablamos de la angustia en general, de esa herida que se puede abrir en cualquier área de nuestra vida.
Porque sí, podemos tener el corazón roto por amor, pero también por otras cosas: la vida misma tiene el poder de rompernos.
El desamor, en cualquiera de sus formas, es una certeza en nuestras vidas, algo que todos experimentaremos en algún momento.
2. Evita comparaciones con los demás
Cuando sufrimos, nuestra mente a menudo se introduce en un juego de comparaciones.
Pensamos “mi dolor no es tan grave como el de esa persona” o “ya ha pasado suficiente tiempo; debería estar mejor”.
Nos decimos que nuestro dolor no es legítimo, que podría ser menor o menos importante, y en ese acto de comparar, nos alejamos de nuestra verdadera experiencia.
En esos momentos, recuerda: el dolor no está en tu mente, está en tu corazón.
Y cuando comparas o racionalizas el dolor, te quedas en la mente, desconectándote de lo que realmente estás sintiendo.
Pero no, no tienes la mente rota, ¡tienes el corazón roto! La única forma de sanar un corazón roto es dejar de escapar a la mente y permitirnos sentir plenamente en el corazón.
A veces evitamos entrar en ese espacio emocional doloroso, pero esta es la clave para empezar a sanar. Y aquí estoy para acompañarte en ese proceso.
Hoy damos el primer paso para adentrarnos en nuestro corazón.
Es posible que hayas salido con alguien apenas un mes. Y luego, esa persona se va, te engaña o simplemente desaparece.
El dolor que sientes es profundo, pero quizás te dices a ti mismo que no tienes «derecho» a estar tan desconsolado, como si solo el tiempo o la “magnitud” de la relación validen tu sufrimiento.
Pensamos que solo quien ha estado en una relación de dos años o en un matrimonio de 30 y ahora enfrenta un divorcio, tiene permiso para sentir esa tristeza devastadora.
Pero, escucha atentamente: esto es puro razonamiento lógico, y el dolor no tiene nada de lógico: no es tu mente la que está rota; es tu corazón.
3. Atravesar la tormenta
Todos llevamos con nosotros una carga de dolor no atendido, una especie de herida abierta que apenas reconocemos.
Y te aseguro una cosa: tú también tienes ese espacio roto, ese “pequeño dolor desatendido” que quizás ni siquiera te atreves a mirar.
Quiero invitarte, desde la vulnerabilidad, a que explores conmigo: ¿Qué dolor no has atendido? ¿Qué decepción, qué angustia llevas cargando silenciosamente? ¿Por qué, hasta ahora, has elegido no mirar directamente esa herida? La respuesta es dura, pero liberadora: evitamos ese dolor porque reconocerlo nos haría ver nuestras propias necesidades y admitir nuestras vulnerabilidades.
No ignores más lo que tu corazón te está pidiendo.
Dale un lugar a esa tristeza, atiéndela, no la sigas tapando. Hazlo hoy, no te guardes más ese dolor.
Una vez leí sobre el comportamiento del búfalo.
Y tal vez te preguntes: ¿qué tiene que ver un búfalo con el dolor y el desamor?
Cuando los búfalos sienten una tormenta acercarse, no huyen de ella. En lugar de alejarse, corren directo hacia la tormenta, sabiendo que al atravesarla estarán dentro de ella por menos tiempo y pronto la dejarán atrás.
Pero curiosamente, los humanos hacemos lo opuesto: Nos esforzamos por mantenernos a unos pasos de la tormenta, como si con eso fuéramos a escapar.
Nos convencemos de que, evitando el dolor, vamos a sentirlo menos… pero lo que realmente logramos es quedarnos atrapados en la órbita de ese dolor, sin salir nunca completamente de él.
Atrévete a cruzar la tormenta: Lo que hay detrás del dolor y la ira
Y tenemos mil maneras de mantener ese dolor a distancia. Nos adormecemos, cambiamos de tema, seguimos adelante con nuestras vidas sin detenernos ni un segundo a mirar de frente lo que realmente duele.
Reaccionamos de inmediato, buscando cualquier emoción que nos sea más “cómoda” que la vulnerabilidad.
Por ejemplo: “La ira es el guardaespaldas del dolor.” Es esa barrera que ponemos cuando el dolor se vuelve insoportable, cuando se siente como un abismo que no queremos cruzar.
Pero una pregunta: ¿qué hay detrás de tu ira? ¿Qué parte de ti sigue huyendo de esa tormenta?
Tal vez sea hora de parar. De correr hacia esa tormenta y atravesarla. Porque enfrentar el dolor es la única forma de salir del dolor. Te invito a hacer lo mismo: deja de mantener la tormenta a unos metros de distancia y atrévete a atravesarla.
Quien quiere algo, encuentra el modo de conseguirlo
Si recuerdas una relación pasada, la forma en que terminó, o esa traición que te dolió hasta el fondo… Piensa un momento lo que había debajo de esa ira, en la raíz verdadera de ese enojo que te ha perseguido por tanto tiempo.
Porque debajo de la ira, por ejemplo, había tristeza. Un dolor que te resistías a enfrentar.
La realidad es que ninguna de estas emociones puede quedarse para siempre si entramos en la tormenta, si actuamos como el búfalo.
Cuando el búfalo siente la tormenta, no huye de ella, se adentra directamente para pasarla enfrentarla.
Permitirnos sentir nuestras emociones profundamente, no evitar esa tristeza o decepción, es una forma de mostrar amor propio.
Porque si realmente te permites sentir el dolor, la tristeza o la decepción de lo que te ha pasado; tienes una oportunidad de escucharte y atenderte.
Puedes darte a ti mismo esa autocompasión que tanto mereces. Pero, para lograrlo, primero necesitas enfrentar esas emociones que has ignorado.
Quiero que tomes un momento ahora y pienses: ¿qué tormentas has evitado enfrentar? Hazlo ya y no lo demores, Sé valiente contigo mismo y date el regalo de sentir.
Tenemos que aceptar la pérdida que hemos vivido. Y esa pérdida puede ser algo que tuvimos y se fue, o incluso algo que nunca llegamos a tener, y aun así nos duele.
Porque el dolor que sentimos es, en realidad, una forma de mostrarnos compasión a nosotros mismos, de reconocernos.
No ignores tu dolor; acéptalo
Hoy vivimos en una cultura que demoniza la idea de sentir lástima por uno mismo.
Sentir lástima por uno mismo es visto como una de las peores actitudes que puedes adoptar. Pero ¿y si te dijera que necesitamos redefinir esta idea? ¿Qué pasaría si, en lugar de verlo como autocompasión mal entendida, lo miramos como una forma de reconocer el momento tan duro que has atravesado?
Sentir lástima por uno mismo solo se vuelve un problema cuando va de la mano con la falta de responsabilidad y acción.
Si paso mi vida lamentándome sin hacer nada, desperdicio mi vida. Pero, ¿y si ese momento de lástima es precisamente la semilla de la transformación? ¿Y si permitirme sentir compasión por mí mismo se convirtiera en el impulso para tomar acción, para hacer algo al respecto?
Piensa en las veces que alguien te ha escuchado profundamente, comprendiendo tu dolor, validando lo que estás sintiendo. Ese momento de conexión no solo te dio alivio; te permitió sentirte más fuerte. Fue una base sobre la cual, quizás sin saberlo, comenzaste a moverte de nuevo.
Así que permítete sentirlo. No ignores tu dolor; acéptalo. Porque a partir de ahí, desde esa compasión que te ofreces, puedes comenzar a caminar hacia adelante con más poder y con el compromiso de salir más fuerte. Hoy, toma ese momento para sentir, y a partir de ahí, empieza a construir.
¿Cómo te hablas a ti mismo?
¿Qué pasaría si pudieras ser esa voz amable para ti mismo? Porque si lo piensas, ¿cuántas veces te has abandonado a ti mismo?
Nos abandonamos cada vez que nos juzgamos, que nos avergonzamos, que nos criticamos hasta el cansancio, diciéndonos que no somos dignos, que no somos suficientes.
Nos abandonamos al no defendernos, al no reconocer nuestro propio dolor y al no sentarnos con nosotros mismos para explorar lo que realmente sentimos.
Es una de las maneras más profundas en que nos fallamos a nosotros mismos.
Ahí hay un TÚ auténtico, uno que es amable, cariñoso y compasivo. Pero sé que esa es la voz más difícil de encontrar y más aún de sostener, porque cambiar esa narrativa da miedo. Crecer, ser amable con uno mismo, da miedo porque implica abrirse a una forma nueva de ser.
Sabemos lo que es quedarnos en el mismo lugar, en esa crítica constante, porque es lo conocido. Pero este contenido, es una invitación a algo diferente. No solo es una invitación a que mires esos espacios de duelo desatendido, no solo te invita a enfrentar la tormenta; sino también a que comiences a adoptar una voz más amable y más suave contigo.
Si necesitas ayuda para ello, aquí estoy para ayudarte¡¡
Estoy aquí para ayudarte
Por mi amplia experiencia de más de 27 años en psicología y coaching empresarial, mi formación internacional y variedad de técnicas; realizo diferentes tipos de intervenciones en función de cada situación y paciente; mi orientación es ecléctica.
Ofrezco soluciones profesionales a los problemas de la vida. Tu problema, es mi problema… Estoy aquí para tenderte una mano.
Como psicóloga y coach, mi objetivo es conseguir tu bienestar. Aporto herramientas que aprenderás a manejar y aplicarás tu solo.
“Mi pasión son las personas, vivo por y para ellas, en cualquier vertiente, tanto en la clínica como en la empresa; está en mis venas y es mi esencia.”